Perdiendo altitud: EE. UU. fracasa en obtener contratos de aviones caza suecos en Brasil y Colombia
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Perdiendo altitud: EE. UU. fracasa en obtener contratos de aviones caza suecos en Brasil y Colombia

Por,

A lo largo de 20 años, he sido testigo, a través de mis visitas periódicas a numerosos países latinoamericanos, de una notable evolución en su filosofía de compras de defensa y en sus actitudes hacia las ventas estadounidenses de equipos de defensa. 

Históricamente dependientes de Estados Unidos para equipamiento militar, entrenamiento y alineación estratégica, los países de la región ahora buscan activamente diversificar sus fuentes de equipo militar porque el despliegue estadounidense es lento y, en muchos casos, sujeto a la supervisión estadounidense. La Ley de Control de Exportación de Armas exige que el gobierno de EE. UU. realice un Monitoreo de Uso Final, en inglés End-Use Monitoring (EUM) para garantizar que los destinatarios extranjeros de artículos de defensa estadounidenses cumplan con las condiciones acordadas con respecto a su uso, transferencia y seguridad. El EUM se aplica tanto a las ventas de gobierno a gobierno como a las ventas comerciales directas y puede incluir inspecciones, inventarios y revisiones de registros. A lo largo de los años, he escuchado de altos oficiales militares extranjeros en la región que entienden completamente que el “monitoreo final” es una obligación contractual, pero una molestia innecesaria. Como lo expresó un oficial: “Si se nos considera amigos, no debería incluirse”.

En mi experiencia, independientemente de sus opiniones, siempre preferirían las armas fabricadas en Estados Unidos a cualquier otra en el mundo, en gran parte debido a su fiabilidad, soporte técnico y mantenimiento. Además, el ejército estadounidense mantiene oficinas de asistencia en seguridad en más de 30 embajadas de la región. Gracias a la sólida alianza entre Estados Unidos y Latinoamérica, desarrollada a lo largo de los años, existe un grupo de oficiales y soldados latinoamericanos que han estudiado y recibido entrenamiento en instituciones militares estadounidenses. Su preferencia por los sistemas estadounidenses es innegable.

Este cambio refleja transformaciones más profundas en la forma en que estas naciones conceptualizan la soberanía, la resiliencia y la colaboración internacional. Actualmente, las adquisiciones de defensa están vinculadas a agendas nacionales de desarrollo más amplias, que incluyen el crecimiento industrial nacional, la independencia tecnológica y la autonomía geopolítica.1

Entre los ejemplos más destacados de esta tendencia se encuentran Brasil y Colombia, dos países con importantes presupuestos militares y vínculos históricamente estrechos con Estados Unidos. En 2022, el presidente designó a Colombia como Aliado Principal No OTAN, en inglés, major non-NATO Ally (MNNA), con el objetivo de fortalecer aún más los lazos militares entre ambos países. Como MNNA, Colombia puede optar a préstamos o garantías de Financiamiento Militar Extranjero, lo que ampliaría su capacidad para adquirir importantes sistemas de armas estadounidenses.2 Desde que se convirtió en Aliado Principal No OTAN en 2019, Brasil ha profundizado la cooperación en materia de defensa con Estados Unidos en virtud del Acuerdo de Cooperación de Defensa de 2015, centrándose en la interoperabilidad, el intercambio de tecnología, los ejercicios conjuntos y el desarrollo de capacidades.3

A pesar de un legado de profundas y sólidas relaciones en materia de defensa, ambas naciones optaron por adquirir los aviones de combate Gripen de Saab en lugar de alternativas fabricadas en Estados Unidos, como el F-16 o el F/A-18. Brasil inició esta tendencia en 2014 al adjudicar un contrato multimillonario a la sueca Saab, una decisión basada en un paquete de compensación favorable y promesas de transferencia de tecnología.4 Colombia, tradicionalmente uno de los socios militares más cercanos de Washington en el hemisferio, siguió su ejemplo en 2025, lo que marcó un cambio drástico en la estrategia de defensa de Estados Unidos.5

Estas decisiones trastocan las antiguas suposiciones sobre la perdurabilidad de la influencia estadounidense en la región. Durante décadas, Estados Unidos no solo fue un proveedor, sino también un guardián de la modernización militar de Latinoamérica. El programa de Ventas Militares al Extranjero, en inglés, Foreign Military Sales (FMS), combinado con una amplia cooperación entre ejércitos y asistencia en materia de defensa, consolidó el papel de Washington como principal fuente de poder aéreo para los países socios. La reciente pérdida de contratos con Suecia, un actor relativamente neutral y de menor tamaño en el escenario global, pone en entredicho la eficacia de este modelo.6 

De manera crucial, los resultados en Brasil y Colombia no se determinaron únicamente por evaluaciones técnicas de las capacidades de las aeronaves ni por comparaciones de precios. Confío en que se moldearon mediante una matriz de cálculos estratégicos y políticos: qué socio ofreció soberanía sobre los sistemas de armas, cuál proporcionó una participación industrial genuina, y el panorama político imperante en ambos países y en Estados Unidos. Sin ser, ni de lejos, el caza más avanzado del mercado global, el Gripen de Saab fue presentado con tacto diplomático, colaboración industrial y flexibilidad operativa, elementos que resultan atractivos para gobiernos que buscan evitar la dependencia de las grandes potencias.7 No solo la dependencia es un factor, sino también las relaciones políticas imperantes entre Estados Unidos y ambos países en el momento en que se tomaron esas decisiones, un tema que analizo más a fondo en este artículo. En ambos casos, noté el compromiso de los participantes estadounidenses para lograr un acuerdo justo y lo más rápido posible, garantizando así la ausencia de sesgos políticos. Estados Unidos gastó una gran cantidad de dinero de los contribuyentes intentando convencer a los líderes políticos y militares de ambos países de que el caza estadounidense estaba muy por encima del sistema. Estados Unidos comprendió también que, por ejemplo, en el caso de Brasil, deseaban cooperación industrial y flexibilidad operativa, dos aspectos que no podíamos ofrecer porque las tecnologías de transferencia no solo están muy reguladas, sino que también requieren la aprobación del Congreso.8,9

Las razones multidimensionales por las que Estados Unidos perdió estos contratos de aviones de combate de alto perfil son un indicio de nuevas mentalidades y maquinaciones políticas. Estoy seguro de que la intersección de la economía de defensa, la política de adquisiciones y el reajuste estratégico es fundamental para comprender cómo decisiones que a primera vista pueden parecer transaccionales se basan en cambios más profundos en la identidad regional y la dinámica del poder político. Al comparar los casos de Brasil y Colombia y situarlos en la evolución más amplia de las relaciones de defensa entre Estados Unidos y Latinoamérica, ofrezco perspectivas sobre la percepción de una exclusividad cada vez menor de la influencia estadounidense y la tendencia continua hacia un mercado de defensa más pluralista e independiente en Latinoamérica.10

AI

Alineamientos fluctuantes: Fuerzas diplomáticas que moldean las decisiones de defensa en América Latina

La estrategia diplomática de Suecia en América Latina se ha caracterizado por el pragmatismo, la continuidad política y un énfasis en las alianzas soberanas en lugar de la alineación hegemónica. Su imagen de actor no intervencionista, tecnológicamente avanzado y políticamente neutral le ha permitido desenvolverse en los sectores de defensa de países como Brasil y Colombia sin las cargas que suelen asociarse con los marcos de seguridad bilaterales de Estados Unidos.11 Esta postura estratégica se ejemplifica en el exitoso cortejo de Suecia con Brasil mediante un compromiso político de alto nivel y acuerdos institucionales recíprocos en el marco del acuerdo Gripen E/F. Para Brasil, esto incluyó niveles sin precedentes de transferencia de tecnología, ensamblaje local e integración industrial a largo plazo.12

Considero que Suecia se posicionó no sólo como un proveedor, sino como un socio cooperativo que contribuye a la autonomía de defensa y al crecimiento industrial a largo plazo de Brasil.

El rol del presidente Milei en la adquisición de F-16 por parte de Argentina

El presidente argentino Javier Milei ha desempeñado un papel fundamental en la adquisición por parte del país de 24 aviones de combate F-16 de segunda mano procedentes de Dinamarca, lo que supone la adquisición militar más significativa desde el retorno de Argentina a la democracia. Esta decisión refleja un cambio estratégico deliberado del gobierno de Milei para modernizar la fuerza aérea nacional, fortalecer los lazos con Estados Unidos y realinear la política exterior de Argentina hacia Occidente.

En contraste, la diplomacia de defensa estadounidense en América Latina sigue lastrada por asimetrías históricas y una percepción de inconsistencia política. Las ventas militares estratégicas y los programas de cooperación en seguridad se filtran con frecuencia a través de instrumentos de política exterior más amplios, como las Leyes Leahy, el Financiamiento Militar Extranjero (FMF) y los Informes de Derechos Humanos.13 Si bien estos mecanismos reflejan valores normativos encomiables, también limitan la flexibilidad de Estados Unidos al interactuar con gobiernos que perciben la condicionalidad como una violación de la soberanía o la independencia operativa. Esta tensión se ha agudizado bajo administraciones progresistas o nacionalistas en América Latina, que en su mayoría consideran las propuestas de Washington como coercitivas o políticamente motivadas.

En el caso de Brasil, las relaciones bilaterales con Estados Unidos se complicaron por las consecuencias del escándalo de espionaje de la NSA de 2013, que erosionó severamente la confianza entre las dos naciones en un momento en que Brasil evaluaba propuestas para su programa multimillonario de reemplazo de cazas.14 Aunque Estados Unidos ofreció el tecnológicamente superior F/A-18 Super Hornet, su propuesta carecía de las compensaciones industriales y las garantías plenas de transferencia de tecnología que ofrecía Suecia, una deficiencia que resultó decisiva.15 Además, la renuencia de Estados Unidos a comprometerse con la producción local y el intercambio de propiedad intelectual contrastaba marcadamente con la voluntad de Suecia de integrar a Embraer en el corazón del programa Gripen.

Colombia presenta otro ejemplo reciente de reajuste diplomático. Bajo la presidencia de Gustavo Petro, la política exterior y de seguridad del país se ha desviado de su tradicional estrecha alineación con Washington. La administración de Petro ha enfatizado la autonomía regional, los modelos de desarrollo alternativo y una postura crítica hacia los marcos de política antidrogas impulsados ​​por Estados Unidos.16 Estos cambios han contribuido a una postura más escéptica hacia la asistencia militar y la venta de armas estadounidenses, en particular cuando se vinculan a los derechos humanos y a los parámetros de erradicación de alfombras que los funcionarios de defensa colombianos a veces interpretan como punitivos o políticamente selectivos. Al mismo tiempo, la postura apolítica de Suecia y la oferta de un paquete de financiación flexible para el Gripen lo posicionaron como una alternativa más neutral desde el punto de vista ideológico y técnicamente colaborativa, especialmente si el país receptor cuenta con industrias avanzadas de producción de defensa.17

Además, el enfoque de Suecia se ha visto reforzado por estrategias más amplias de la Unión Europea que priorizan la cooperación en seguridad y la diplomacia industrial de defensa, en lugar de la venta transaccional de armas.18 Esto se alinea con las preferencias latinoamericanas por alianzas horizontales que incluyan el desarrollo industrial, el diálogo estratégico y la diversificación de la defensa. En cambio, Estados Unidos ha tenido dificultades para adaptar su postura diplomática a esta realidad emergente, recurriendo a menudo a marcos heredados que priorizan la asistencia en seguridad sobre las alianzas industriales en igualdad de condiciones.

En resumen, si bien Estados Unidos mantiene una presencia dominante en el entrenamiento militar, la cooperación en inteligencia y las misiones antinarcóticos en Latinoamérica, su enfoque diplomático en las ventas de defensa se queda atrás de competidores como Suecia al ofrecer paquetes integrales, políticamente viables y económicamente integrados. A menos que Estados Unidos reajuste su mensaje estratégico y reduzca las fricciones burocráticas en las ventas militares al exterior, corre el riesgo de una continua erosión de su influencia en una región donde la influencia tradicional ya no es suficiente.

Ganar con la tecnología: Por qué la transferibilidad supera a la superioridad

Mientras que las plataformas estadounidenses como el F-16V y el F/A-18 Super Hornet cuentan con aviónica avanzada, funciones furtivas y confiabilidad probada en combate, el Gripen E/F de Suecia ofrece ventajas competitivas en términos de modularidad, facilidad de mantenimiento e interoperabilidad con socios tanto de la OTAN como de fuera de ella.19 Lo más importante es que la oferta de Saab a Brasil incluía la transferencia total de tecnología, el ensamblaje local por parte de Embraer y futuros derechos de codesarrollo, condiciones que Estados Unidos históricamente no ha estado dispuesto a cumplir debido a restricciones de propiedad intelectual y control de exportaciones.20

La promesa tecnológica de soberanía y autosuficiencia hizo al Gripen particularmente atractivo para los planificadores estratégicos brasileños. La capacidad de producir aeronaves a nivel nacional y desarrollar software y aviónica de forma independiente reforzó la ambición de Brasil de alcanzar el liderazgo regional y la participación en el mercado global de defensa.21 En 2023, Saab y Embraer inauguraron una línea de ensamblaje final para el avión de combate Gripen E en la planta de Embraer en Gavião Peixoto, estado de São Paulo, lo que marcó un logro significativo en su programa de transferencia de tecnología.22

En cambio, las empresas de defensa estadounidenses, limitadas por regímenes de control de exportaciones, se han mostrado renuentes a ofrecer transferencias significativas de tecnología.23 Por ejemplo, la Fuerza Aérea estadounidense ha admitido que las cuestiones de transferencia de tecnología son una consideración clave en las decisiones sobre la reubicación de las líneas de producción del F-16, como se ve en las discusiones sobre el traslado de la producción a la India.24 Esta inflexibilidad estratégica a menudo ha llevado a los compradores potenciales a percibir las ofertas estadounidenses como menos favorables en comparación con las de países dispuestos a participar en asociaciones industriales más profundas.

Además, el diseño del Gripen pone énfasis en la facilidad de mantenimiento, lo que permite operaciones rentables y adaptabilidad a diversos perfiles de misión.25 Su compatibilidad con una amplia gama de sistemas de armas y su arquitectura abierta permite a los operadores integrar sistemas autóctonos, mejorando aún más la soberanía operativa.26 Estas características, combinadas con el paquete integral de transferencia de tecnología, posicionan al Gripen como una opción formidable para los países que buscan reforzar sus capacidades de defensa mientras desarrollan sus industrias aeroespaciales nacionales.

Alineando la seguridad con la industria: la economía detrás de las decisiones de compras

Tanto en Brasil como en Colombia, el análisis costo-beneficio fue decisivo para la elección del Saab Gripen en lugar de sus competidores estadounidenses. El Gripen ofrecía un costo unitario significativamente menor —estimado entre 85 y 100 millones de dólares por aeronave— en comparación con el costo proyectado del F-35, de más de 130 millones de dólares, que incluye gastos de mantenimiento del ciclo de vida sustancialmente mayores.27 Esta ventaja en costos fue crucial para países con presupuestos de defensa limitados que buscaban modernizar sus capacidades aéreas sin sobrepasar sus compromisos financieros.

Más allá del precio, Suecia ofrece atractivas condiciones de financiación y amplios acuerdos de compensación que apoyan directamente el desarrollo económico local. Al igual que en Brasil, estos paquetes de cooperación industrial incluyeron la creación de empleo, el intercambio de tecnología y la inversión en infraestructura, en consonancia con los objetivos nacionales más amplios de autosuficiencia en defensa y modernización tecnológica.28 Solo en Brasil, los acuerdos de compensación se valoraron en más de 9000 millones de dólares e involucraron a más de 60 empresas en 18 estados, con inversiones que alcanzaron diversos segmentos del sector de defensa brasileño.29


El acuerdo de Brasil con Saab, firmado en 2014 y ampliado hasta 2023, fue especialmente notable por la integración de Embraer como socio industrial clave. En virtud del acuerdo, Saab transfirió conocimientos cruciales de ingeniería y apoyó el establecimiento de una línea de ensamblaje final del Gripen en Gavião Peixoto, São Paulo.30 Esto no sólo reforzó la base de fabricación aeroespacial de Brasil, sino que también generó empleo a largo plazo y potencial de exportación. La alianza también allanó el camino para el desarrollo colaborativo de nuevos sistemas, como la guerra electrónica y las herramientas de planificación de misiones.31

Para Colombia, que actualmente opera una flota obsoleta de cazas israelíes Kfir, la rentabilidad y la facilidad de mantenimiento fueron consideraciones clave. Los menores costos operativos del Gripen, junto con su compatibilidad con múltiples sistemas de armas y su arquitectura abierta, lo convirtieron en una solución atractiva para la Fuerza Aérea Colombiana.32 El calendario de entrega flexible de Suecia y su disposición a negociar oportunidades de coproducción y entrenamiento fortalecieron aún más su oferta frente a las ofertas estadounidenses, que a menudo carecían de propuestas de compensación comparables y estaban limitadas por las regulaciones de control de exportaciones.33

Además, el interés de Colombia en expandir sus capacidades aeroespaciales nacionales se alineaba con el modelo industrial ofrecido por Saab, a diferencia de los términos relativamente fijos ofrecidos por los contratistas estadounidenses.34

Soberanía en la balanza: El giro de América Latina hacia la seguridad multipolar

Tanto Brasil como Colombia han manifestado su intención de diversificar las relaciones de seguridad en un orden global cambiante. La estrategia de defensa más amplia de Brasil —descrita en su Libro Blanco de Defensa Nacional de 2020 y respaldada por la Política Nacional de Defensa y la Estrategia Nacional de Defensa— enfatiza la importancia de la multipolaridad y la autonomía nacional, particularmente en áreas como las adquisiciones de defensa, la diplomacia regional y la innovación tecnológica.35 Esto refleja el compromiso histórico de Brasil con una política exterior independiente, que se remonta a la Doctrina Geisel de la década de 1970, que promovía la no alineación estratégica y la diversificación de las alianzas de defensa.

Colombia, bajo la presidencia de Gustavo Petro, también ha comenzado a explorar estrategias de defensa alternativas. Su administración ha dado señales de un cambio con respecto a los modelos tradicionales de asistencia en seguridad centrados en Estados Unidos, promoviendo la cooperación Sur-Sur con países como Brasil e incluso con actores extrahemisféricos como India y Turquía.36 Considero que estas medidas se deben en parte a la insatisfacción con las condicionalidades inherentes a los programas de ayuda estadounidenses, así como al deseo de fortalecer la base industrial de defensa de Colombia y su autonomía en la toma de decisiones operativas.

Como se mencionó antes, la exitosa penetración de Suecia en ambos mercados con su programa de cazas Gripen ilustra una tendencia global más amplia: los países de ingresos medios favorecen cada vez más las alianzas de defensa que ofrecen coproducción, transferencia de tecnología y menores restricciones políticas.37 En esencia, esto resulta particularmente atractivo en un clima geopolítico marcado por la fragmentación, donde la influencia de Estados Unidos a través de la asistencia en seguridad se ve cada vez más limitada por restricciones legislativas nacionales y retrasos burocráticos. Además, proveedores no occidentales como China, Rusia y Corea también están aprovechando este entorno, ofreciendo financiación flexible y menos prerrequisitos políticos.

Suecia busca la aprobación parlamentaria para la posible venta a Perú de hasta 12 aviones de combate Saab JAS 39 Gripen E/F, con un valor estimado de 2000 millones de dólares. Esto indica una expansión continua de su presencia aeroespacial en la región; para Perú, ofrece una vía para modernizar su anticuada fuerza aérea con aviones de combate multifunción de vanguardia.

A menos que Estados Unidos modernice sus políticas de Ventas Militares al Extranjero (FMS) y adopte asociaciones de defensa más equitativas, corre el riesgo de ceder influencia a largo plazo en América Latina a actores mejor adaptados al orden multipolar emergente.

Señales de alerta y reinicio: implicaciones para futuras alianzas de seguridad de EE. UU.

Las decisiones de Brasil y Colombia de firmar acuerdos de adquisiciones de defensa con Suecia, a pesar de décadas de alineamiento estratégico con Estados Unidos, ponen de relieve la creciente fricción en la arquitectura de la diplomacia de defensa estadounidense en América Latina. Estos resultados de las adquisiciones ponen de relieve los desafíos estructurales a largo plazo y constituyen una señal de alerta para los responsables políticos, las empresas de defensa y los planificadores de seguridad regional de Estados Unidos.

Las empresas de defensa estadounidenses operan en un marco fuertemente restringido por regulaciones federales como el Reglamento sobre el Tráfico Internacional de Armas (ITAR), que limita el alcance de los acuerdos de transferencia de tecnología y coproducción.38 Si bien están diseñadas para salvaguardar la seguridad nacional y la propiedad intelectual, estas restricciones a menudo hacen que las propuestas estadounidenses sean menos atractivas para los países que buscan autonomía estratégica y capacidad de defensa autóctona. La reticencia de Estados Unidos a compartir tecnologías patentadas o permitir el ensamblaje local contrasta marcadamente con el enfoque de Suecia en el marco del programa Gripen, que priorizó la colaboración, la transparencia y la flexibilidad.39

Tanto en Brasil como en Colombia, esta inflexibilidad le ha costado a Estados Unidos oportunidades cruciales para expandir su influencia y construir vínculos industriales duraderos. Los ministerios de defensa latinoamericanos se centran cada vez más en el desarrollo y la autonomía de las industrias de doble uso, no solo en el rendimiento táctico. A menos que Estados Unidos revise sus políticas de exportación y habilite acuerdos de transferencia limitados y confiables, corre el riesgo de ceder más espacio a competidores con marcos menos restrictivos.


La percepción de un compromiso inconsistente o ideológicamente selectivo ha debilitado las alianzas tradicionales de Estados Unidos en la región. En los últimos años, la postura de seguridad de Washington ha sido criticada por ser excesivamente condicional, al vincular la venta de armas o la cooperación militar a evaluaciones de derechos humanos, el desempeño en la interdicción de drogas o la alineación con los intereses geopolíticos de Estados Unidos.40 Si bien normativamente justificadas, muchos gobiernos latinoamericanos consideraron estas condiciones como formas de coerción en lugar de colaboración.

En contraste, la diplomacia tecnocrática y discreta de Suecia ha tenido eco entre los gobiernos que buscan alianzas políticamente neutrales. La capacidad de interactuar sin verse arrastrado a rivalidades estratégicas más amplias es una ventaja cada vez mayor en una región recelosa de la competencia entre grandes potencias. El rechazo de Brasil al F/A-18 tras el escándalo de espionaje estadounidense de 201341, y el cambio de mando en Colombia bajo la presidencia de Petro no son anomalías; reflejan una fatiga sistémica ante la inconsistencia y la extralimitación estratégica de Estados Unidos.

Las ventas de defensa no son meras transacciones comerciales, sino herramientas de poder blando y política exterior. El hecho de que EE. UU. no ofrezca compensaciones industriales, acuerdos de coproducción ni empresas conjuntas ha debilitado su atractivo en países que priorizan la transferencia de tecnología y la creación de empleo local. En Brasil, la colaboración de Saab con Embraer condujo al establecimiento de una línea de ensamblaje final local, lo que incrementó la capacidad aeroespacial nacional y creó potencial de exportación para el Gripen E.42 

En Colombia, la disposición de Saab a considerar marcos de intercambio de tecnología y cooperación en la capacitación de pilotos contrasta con los paquetes relativamente rígidos que suelen ofrecer las empresas estadounidenses.43 La ausencia de un plan industrial estratégico en la diplomacia de defensa de Estados Unidos lo coloca en una desventaja creciente, particularmente en una era en que el desarrollo económico y la soberanía tecnológica son parte integral de las doctrinas de seguridad nacional.

Si no se abordan estas dinámicas, Estados Unidos corre el riesgo de acelerar una reestructuración más amplia de los mercados regionales de defensa. Países como Brasil, Colombia y Perú buscan activamente una “multipolaridad equilibrada” en sus estrategias de adquisición, aceptando tecnologías europeas, israelíes, coreanas e incluso chinas. Las ventas pasadas de Rusia a Venezuela y Nicaragua demuestran la vulnerabilidad del hemisferio a la influencia de potencias rivales.

Sin reformar su marco de ventas militares al exterior, Estados Unidos corre el riesgo de perder no solo contratos, sino también influencia, acceso e interoperabilidad en una región que antes dominaba. Las alianzas en materia de defensa ahora deben medirse no solo por el rendimiento de las armas, sino también por la calidad de la confianza política e industrial que generan.

Rearmando la influencia: Vías estratégicas para restaurar la competitividad de la Defensa de EE. UU. en América Latina

Estados Unidos se encuentra en una coyuntura crítica en sus relaciones de defensa con América Latina. Los recientes resultados de las adquisiciones en Brasil y Colombia, que favorecen al Saab Gripen de Suecia frente a las aeronaves estadounidenses, reflejan una erosión más amplia de la influencia estadounidense en una región que antes se consideraba un bastión de la cooperación en defensa estadounidense. Esta tendencia se debe no solo a consideraciones de costos, sino también a la inflexibilidad estratégica de Washington, la limitada integración industrial y las relaciones políticas cada vez más tensas. Para revertir esta trayectoria, EE. UU. debe recalibrar su enfoque: 

(1) reformar las políticas de Ventas Militares al Extranjero (VMS) para permitir la transferencia flexible de tecnología; 

(2) implementar un marco regional de innovación y compensación en defensa; 

y (3) revitalizar la diplomacia estratégica de defensa adaptada a las prioridades latinoamericanas. En conjunto, estas medidas buscan restablecer la relevancia de EE. UU. en un mercado de defensa multipolar y alinear las ofertas estadounidenses con la soberanía, el crecimiento industrial y la autonomía estratégica que buscan sus socios latinoamericanos.

En febrero de 2025, el recién creado Grupo de Trabajo sobre Ventas de Armas al Extranjero del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de EE. UU. celebró su primera reunión a puerta cerrada, reuniendo a legisladores, personal del Congreso y representantes tanto de contratistas de defensa consolidados como de empresas emergentes. La sesión se centró en los obstáculos burocráticos que impiden el acceso oportuno a los sistemas de defensa estadounidenses para los socios internacionales. Según la evaluación actual del Grupo de Trabajo, el marco de ventas militares al extranjero de Estados Unidos se está quedando atrás del ritmo de la demanda mundial.

1. Modernizar la política de ventas militares al extranjero (FMS) para facilitar la transferencia flexible de tecnología y la colaboración industrial.

El modelo de adquisiciones de defensa de EE. UU., restringido por la ITAR, los controles de exportación y las protecciones de propiedad intelectual que evitan el riesgo, limita su capacidad para satisfacer la creciente demanda de codesarrollo y producción nacional en América Latina.

Medidas prácticas:

  • Crear un marco regional de exenciones dentro del FMS para autorizar la transferencia de tecnología y los acuerdos de coproducción caso por caso con socios latinoamericanos de confianza (p. ej., Brasil, Colombia y Chile).
  • Ampliar las facultades de la Agencia de Cooperación para la Seguridad de la Defensa (DSCA) para estructurar proyectos industriales conjuntos y acuerdos de licencia vinculados a los objetivos de desarrollo económico.
  • Asignar un Equipo de Enlace Industrial de Defensa para las Américas dedicado a facilitar las negociaciones entre gobiernos en torno a compensaciones, propiedad intelectual e innovación en defensa.

Impacto: Alinea las ofertas estadounidenses con las expectativas del mercado en materia de soberanía, genera confianza industrial a largo plazo y contrarresta las ofertas europeas y chinas centradas en la integración local.

Véase: U.S. ITAR Policy

2. Establecer un marco de asociación para la innovación y la compensación en defensa entre EE. UU. y Latinoamérica

Países como Brasil y Colombia priorizaron el Saab Gripen debido a sus compromisos de compensación, transferencia de tecnología y mecanismos de creación de empleo. Las empresas estadounidenses rara vez ofrecen incentivos industriales equivalentes, lo que las pone en desventaja.

Medidas prácticas:

  • Lanzar una iniciativa regional de compensación e innovación a través del Departamento de Defensa (DoD), la DSCA y la USTDA para apoyar a los contratistas estadounidenses que ofrecen codesarrollo, asociaciones de investigación y paquetes de capacitación.
  • Financiar iniciativas público-privadas que apoyen el intercambio de tecnología de doble uso, la capacitación de pilotos y la capacidad de MRO (mantenimiento, reparación y revisión) en el país.
  • Aprovechar instituciones estadounidenses como DARPA, AFWERX y DIU para conectar a los actores clave del sector de defensa en Latinoamérica con plataformas y aplicaciones tecnológicas emergentes.

Impacto: Convierte las ventas de defensa de EE. UU. en alianzas estratégicas integrales que generan influencia, generan prestigio local e integran los estándares y sistemas estadounidenses en la región.

Véase: See: Saab–Embraer partnership

3. Revitalizar la diplomacia estratégica de defensa para reconstruir la confianza y el alineamiento político

Las recientes pérdidas en las adquisiciones en Brasil y Colombia reflejan no solo desventajas comerciales, sino también un deterioro de la confianza diplomática. Los mensajes de EE. UU. a menudo se perciben como inconsistentes, condicionales o desalineados con las prioridades regionales.

Medidas prácticas:

  • Ampliar el rol de los agregados de defensa y los oficiales de cooperación en seguridad de EE. UU. para involucrar proactivamente a los ministerios de defensa en la planificación a largo plazo, no solo en las ventas a corto plazo.
  • Establecer Foros Estratégicos de Defensa EE. UU.-América Latina centrados en la transparencia de las adquisiciones, el apoyo al ciclo de vida y la integración regional de defensa.
  • Mejorar la diplomacia pública integrando mensajes no políticos en las ofertas de defensa, incluyendo tecnologías de resiliencia climática, herramientas de respuesta a desastres y cooperación espacial.

Impacto: Reconstruye el capital diplomático, crea una narrativa de seguridad basada en valores pero no coercitiva, y garantiza que las ventas de defensa se consideren facilitadoras de la soberanía mutua, no como una influencia de EE. UU.

Véase: Harvard on U.S. conditionality


Referencias

 

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